El 20 de enero llega Donald Trump a la presidencia de los Estados Unidos de Norteamérica, y una de sus principales promesas es declarar terroristas a los cárteles mexicanos de la droga, lo cual por más que para muchas personas pueda sonar como benéfico para México, resulta todo lo contrario, ya que dicha declaración pudiera redundar en invasiones armadas del vecino del Norte a nuestro país, sin necesidad de pedir autorización a México.
Para mayor detalle, catalogar a los grupos delictivos de la delincuencia organizada como terroristas, es un cheque en blanco para violar la soberanía de nuestro país, lo que supondría la autorización de Estados Unidos para que su ejército y fuerzas del orden puedan llevar a cabo operaciones militares extraterritoriales, de la mano de homicidios extrajudiciales, secuestros extralegales de sujetos de interés, así como invasiones en territorios determinados por el tiempo que consideren necesario con el fin de obtener el resultado de acabar con las “organizaciones terroristas”.
Ahora bien, si tomamos en cuenta que el 80% del territorio mexicano se encuentra controlado o con una alta injerencia del crimen organizado en las cúpulas del poder, tendríamos un país altamente inestable, con afecciones graves en la economía de los mexicanos, además de una mayor inseguridad, como ha ocurrido en otros países donde Estados Unidos ha intervenido, llamémoslos Siria, Irak, Afganistán, etc.
Esperemos que la amenaza del presidente Donald Trump quede en eso simplemente, y se aproveche la misma para una postura de fortaleza en la negociación de la cuestión migratoria y del combate al fentanilo de parte del gobierno mexicano, que pasó todo el sexenio anterior privilegiando a los grupos de la delincuencia organizada al no combatirlos, así como dándoles el apoyo a las caravanas de migrantes que se dirigieron rumbo a la Frontera Sur de Estados Unidos, lo cual generó la relación tensa que vivimos hoy en día ante el desparpajo de la administración federal mexicana 2018-2024.