El 14 de octubre de 2013 en Londres, hubo una reunión de educadores médicos. El título (traducido al español): “Revisión de la evidencia para considerar a la personalidad y el carácter y los valores en la selección de aspirantes a la escuela de medicina”. Ahí, el investigador de la Universidad Jefferson de EE.UU., cerró su presentación con las siguientes palabras textuales:
“Quizás, en un futuro no lejano, las facultades de medicina podrían ser demandadas por la conducta poco profesional de sus graduados, la incompetencia interpersonal y la mala praxis de quienes ingresaron sin evaluar sus cualidades personales, completaron el currículo sin desarrollar cualidades relevantes para la atención al paciente y obtuvieron un título médico para ejercer una profesión que no se corresponde con su personalidad y carácter. Para evitar estos desafíos legales, brindar una atención óptima, recuperar la reputación de la profesión médica y recuperar la imagen compasiva de los médicos, se deben tomar medidas audaces para romper con las suposiciones no verificadas, las nociones infundadas y las consideraciones sociopolíticas. ¿Qué otras pruebas se necesitan para tomar medidas en la etapa de admisión?” (1).
El autor, M. Hojat, se refería a que debería incluirse una evaluación de la empatía de los aspirantes a médicos en conjunto con su currículo académico. Esto va de la mano con lo que escribí la columna de la semana pasada; las cualidades más difíciles de enseñar al médico son las de orden subjetivo e intersubjetivo y fundamentales en la relación médico-paciente: empatía, compasión, ecuanimidad en el juicio, honestidad, escuchar con atención plena…
Que yo sepa, no se ha dado todavía alguna demanda legal contra alguna escuela de medicina que egresó algún personaje lamentable, incluso siniestro; un ejemplo, el médico del equipo olímpico de gimnasia de EE.UU., quien abusó por muchos años de las niñas del equipo nacional. Por cierto, este médico convicto fue apuñalado en prisión en 2023 (2). Pero, está habiendo algunos cambios culturales en el mundo actual. Yo no habría imaginado que en junio de 2025 los mexicanos elegiremos a los jueces y magistrados del Poder Judicial. En una de esas cosas inesperadas de la vida, podría ser que alguien promueva un juicio o una ley que permita que la población demande a las escuelas de medicina por el tipo de médicos que titula. Hasta podría darse el caso de alguna escuela de medicina que al recibir una demanda por un egresado, se pondría a revisar cuál fue la trayectoria de este egresado desde que entró a nuestra escuela. ¿Es posible hacer un perfil de aspirantes que no debemos admitir? Y claro, si esto se diera, se cuestionaría a los ¿pocos? profesores que son anti-modelos de ética médica. Les platico un caso que salió en una investigación cualitativa que está incluida en mi tesis doctoral.
Un residente narró que en los primeros semestres un profesor les preguntó: ¿Por qué decidieron entrar a medicina? Relató el residente que varios de sus compañeros dijeron “para servir a la humanidad” y cosas semejantes. La respuesta del profesor fue en extremo cínica: “¡Nada! Ustedes entraron para hacer billetes”. Este dato fue parte de una agrupación de códigos en mi investigación conceptualizado como “Las instituciones, un mal necesario”. Bajo esta etiqueta se reunieron experiencias muy desagradables, nada éticas que vieron los residentes de sus profesores en etapas preclínicas y en su paso por los hospitales como internos de pregrado y como residentes. Desde luego hay profesores que hacen su mejor esfuerzo a pesar de que reciben menos de menos de 90 pesos por hora de clase en algunas universidades públicas. De igual manera, hay médicos que se desempeñan con devoción en los hospitales públicos donde escasean medicamentos básicos y hasta sábanas limpias para cambiar las camas de los pacientes. Pero la situación es tal que los convencidos de su labor de profesor y tutor clínico son minoría.
En el medio privado tampoco estamos en las mejores condiciones. Ahí se aprende más a exprimir los seguros médicos y los ahorros de los “clientes” que a tratar con compasión y genuina honestidad. Les platico tres casos de los que no podré dar detalles de lugar, persona y tiempo. Todos son del último cuarto de siglo pasado.
Institución pública, caso 1. Un médico general fue golpeado en la cara por una enfurecida madre de un niño de 12 años. El adolescente le acababa de decir a su madre que cuando iba a consulta con el médico, éste le hacía sexo oral. La madre “tomó la justicia en sus manos” y le dejó un “ojo morado” y desde luego el escándalo. El médico en cuestión fue cambiado de clínica; nada apareció en la prensa. La parte sindical fue una sola junto con la parte institucional. El caso fue cerrado sin que mediara acción jurídica alguna. Eran otros tiempos, era inútil denunciar legalmente o acudir a algún medio de comunicación. El contexto cultural era otro.
Institución privada, caso 2. Una persona que se queja de muchos síntomas buena parte de su vida y de persistente dolor en la parte posterior del cuello, es “operada” por un traumatólogo de su confianza. El cirujano, convencido de que no había patología física, sino una “somatización” de su conocida paciente, le programó una cirugía formal, la sometió a anestesia, le hizo una incisión en el dorso del cuello sin ir más allá. Suturó la herida y explicó que ahora las vértebras estaban bien alineadas. Indicó los cuidados operatorios tradicionales, etcétera.
No le cobró a la paciente sus honorarios, sólo los gastos del uso del quirófano. En este caso el médico obró con “buena intención, pero total ignorancia”, no conocía otra manera de tratar un delicado síntoma corporal que procede de una larga vida de sufrimiento infantil y manera de enfrentar los estresores de la vida. No hay investigaciones científicas de este tema, uno más de los tabúes de la medicina.
Institución privada, caso 3. También de cirugía. Un cirujano tiene una paciente de 35 años con un cuadro clínico de franca apendicitis aguda.
Pero hay un detalle, ya le fue extirpada su apéndice cecal unos 10 años antes (según los datos que aporta la paciente). El cirujano, una persona con gran experiencia, decidió operar. Encontró una apéndice muy inflamada, la extirpó sin dificultad, no encontró huellas de cirugía local previa. Dado que la apéndice “no retoña”, a esta paciente le hicieron una incisión en la piel de su fosa iliaca derecha, solo en la piel.
En los tres casos, el médico que viola las reglas elementales de la honestidad y humanismo, parecen tener en común la incapacidad de desarrollar empatía; la cual está íntimamente ligada a la conducta ética. Hay pruebas sólidas de que ambas se procesan en la corteza prefrontal (3). Los ejemplos buscan apoyar el planteamiento de M. Hojat que describí al inicio de la columna. Si se asume que la medicina es una práctica profesional humanista, es natural seleccionar sujetos y programas que fortalezcan la empatía en lugar de aniquilarla. Procede una pregunta: ¿Es responsabilidad de la escuela de medicina aceptar como alumnos y darles un título a personas con capacidad empática reducida? Yo creo que sí es su responsabilidad como también creo, desde mi experiencia, que es más productivo educar en la ecuanimidad compasiva a estudiantes y residentes con altos niveles empáticos.
“Curándome en salud” como dice el refrán, para aquellos que crean que esta columna está siendo “hiperbólica, exagerada”, les comento que en el mundo de habla inglesa, donde la crítica social es mejor vista, se admite sin vacilación que la medicina actual, sus instituciones, sus profesionales, han perdido la confianza social. Y se plantean abiertamente “reconstruir la confianza” con la población a través de mejorar la transparencia y las inequidades socioeconómicas (4). Sin duda, los más pobres y menos educados son los que sufren en mayor grado las consecuencias de tener médicos con bajo estándar ético y empático.
Referencias
Bibliografía:
1. Hojat M. Assessments of empathy in medical school admissions: what additional evidence is needed? International Journal of Medical Education. 2014;5:7-10.
2. https://www.bbc.com/mundo/articles/c8437mvg78go
3. Damasio A. El error de Descartes. Edit. Planeta Mexicana. México D.F. 2015.
Sturmberg, J. P. (2015). Rebulding trust- the real challenge for health system improvement. European Journal of Clinical Investigation, 45(4), 441-442.