En llamas: negligencia, omisión y la ciudad que devora

Guadalajara no necesita enemigos externos; basta con su modelo de desarrollo urbano para evidenciar la fragilidad en la que se vive. Los incendios de fábricas en el Álamo Industrial y en Colón Industrial son evidencia de un patrón claro: zonas industriales viejas, peligrosas y mal reguladas conviviendo pared con pared con viviendas.

¿A usted le sorprende? Creo que a pocos. Es la inercia de lo habitual que terminó por volver invisible una bomba de tiempo que se activa y desactiva quizá con mayor frecuencia de lo que nos enteramos. Las industrias llevan décadas ahí, llegaron incluso antes que las viviendas que le rodean de la mano de gobiernos que permitieron que esto ocurriera sin freno, sin planeación y sin respeto por los riesgos. Hoy tenemos familias viviendo junto a plantas que almacenan solventes, diésel, químicos, gas. Una receta para la tragedia.

Y cuidado con la demagogia: no se trata de satanizar a la industria. Esas fábricas dan empleo a miles de personas. Son parte esencial de la economía de Guadalajara. Pero eso no las vuelve intocables ni inmunes al deber de operar con normas claras, revisiones periódicas y responsabilidad social. Hoy operan en muchos casos como búnkers sin ley, bajo la complicidad de autoridades ciegas, sordas o, peor aún, desinteresadas.

Aquí hay muchas omisiones. ¿Quién definió que podíamos tener viviendas y talleres químicos a unos metros? ¿Quién dejó pasar los años sin proponer zonas de amortiguamiento, reubicaciones o incentivos fiscales para trasladar industrias fuera del casco urbano? Lo que es más importante, ¿Quién va a poder orden?

La ciudad no puede seguir parchando tragedias. O se replantea el modelo urbano, industrial y de protección civil… o seguiremos contando muertos cada vez que una chispa toque una bodega mal regulada. El fuego ya habló, gritó… pero ¿quién escucha?