Nadie en su sano juicio podría estar en contra de mejorar las condiciones laborales de la fuerza trabajadora del país. En ese sentido el aumento salarial del 13 por ciento para quienes menos ganan en el 2026, más la reducción paulatina de la jornada laboral de 48 a 40 horas del 2027 al 2030 deberían ser buenas noticias. El problema viene después cuando hay que sacar el ábaco para hacer cuentas y entonces las cosas se empiezan a complicar.
Sin duda, las grandes unidades económicas privadas están en una mejor condición para poder absorber el impacto de ambos beneficios laborales. Sin embargo, las micros, pequeñas y medianas empresas (MIPYMES) tendrán serias dificultades para poder atender las nuevas normas y es relativamente fácil de explicar. Para las personas emprendedoras o pequeños empresarios con pocos trabajadores, el impacto salarial será mayúsculo, ya que al salario directo hay que incrementarles seguridad social más impuestos, aunado a que hay la necesidad de solventar las horas de reducción laboral, que por cierto parece tiene una trampa al no hacer explícita la obligación de tener dos días de descanso por semana; habrá que ver la manera en la que se implementa dicha reforma en la práctica.
Lo anterior significa que los costos por estas disposiciones tendrán un significativo impacto entre el sector que produce la mayoría de los empleos en México, con posibles consecuencias en el corto y mediano plazos. La primera es un menor porcentaje de creación de nuevos empleos, lo que aumentará la tasa de personas en desocupación laboral; la segunda tiene que ver con el cierre de un considerable número de unidades económicas denominadas MIPYMES, aunado a la presión inflacionaria y el aumento de la informalidad.
Todo lo anterior no queda exento de la amenaza constante del presidente vecino del Norte, de aumentar aranceles o desconocer el T-MEC para reemplazarlo por uno en otras condiciones, que hacen tener la tormenta perfecta. Por ello es indispensable aumentar la confianza del sector privado para promover la inversión, por ejemplo dando certeza jurídica, es decir respetar las reglas que impone el Estado, aunque últimamente estas no sean del agrado de buena parte del empresariado; el crecimiento del país en los últimos años es casi igual a cero, Pemex es un barril sin fondo y la deuda pública se incrementa peligrosamente; en verdad el horizonte no es prometedor y espero estar equivocado. El tiempo lo dirá.